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ESCENA VIVA MAGAZINE CULTURAL

EL EMBRUJO DEL TEATRO DE TÍTERES

EL EMBRUJO DEL TEATRO DE TÍTERES

 

Por: Reinaldo Mirabal

"Dígole a vuestra merced, Señor Don Quijote que es una de las cosas más de ver que hoy tiene el mundo"
Cervantes. El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la mancha. Segunda Parte. Capítulo XXV.


LA GRAN FAMILIA
Hace ya muchos años, en el transcurrir del siglo pasado, fue uno de los muchos excavadores del suelo egipcio, de cuyo nombre no quiero acordarme, descubrió en un sepulcro del Valle de los Reyes, en la tumba de la sacerdotisa de Osiris, la bailarina Jelmis (" Su preciosa bailarina", según se lee en el sepulcro), junto a su momia, halló un bello barquito de madera tripulado por figuritas de marfil, de mas de cuatro mil ochocientos años de antigüedad, y una de esas figuritas estaba articulada, pudiéndose poner en movimiento mediante hilos. Es decir, una marioneta, semejante a las viejas nuestras movidas por añagazas para holganza de grandes y chicos. El descubrimiento movió a asombro a todos los titiriteros, que buscaban raíces de este bello Arte en la antigua Grecia y el principio de su incremento en la Roma de los mimos y Danzantes. Entre los ciegos e incrédulos que sólo aceptaban el teatro de títeres como intrascendente recreo para niños e ingenuos, causó el hallazgo un revuelo de interés que culminó en admiración hacia el tan desdeñado Arte de los muñecos. Las viejas figuras clásicas de la farsa- Polichinela, La Madre, El Doctor-, cobraron insospechado humanismo en el mundo occidental y llegó a considerarse a los titiriteros como verdaderos hacedores de Obras de Arte, ya no que como simples farsantes. Faltaba la rúbrica autoritaria de una civilización más culta que revelara el valor estético del Arte de los Títeres. El Teatro de Títeres que en el siglo XVII había ya cundido en toda la Europa en forma menos exuberante que en Oriente, viose robustecido en espíritu y su energía cruzó los mares y arraigó en América. Hoy en todos los países americanos con raras excepciones entre las que se encuentra Venezuela se rinde culto artístico al Títere, espejo grotesco de miserias y principio ingenuo de liberación espiritual.

Toda la gama de pasiones absurdas que conturban el espíritu occidental, tiene cabida en los cuerpos grotescos de la Gran Familia constituida por los títeres y sus vocecillas chillonas y estentóreas no cesarán de renegar de ellas y pregonar a voces el axioma universal de la belleza. No existe en la naturaleza medio más adecuado para compenetrar al hombre con la miseria de su alma y con sus brotes de belleza, que estos grotescos monigotes de la Gran Familia, sin atender al truco que les da vida, ya sean hilos o la mano ágil del titiritero que como el alma del mismo campea a sus anchas dentro de la tosca funda de tela que hace el cuerpo del pequeño cabezudo.

La Gran Familia de los Títeres podemos clasificarla atendiendo a los medios que la animan, a su aparato motor, hilos o dedos. Está integrada por Marionetas o Fantoches, o por Títeres de hilo y por Títeres de cabeza, o de cachiporra, o llanamente Guiñoles, además de sus distintas variaciones y formas de manipularlos.

Al lado de estas encontramos al pelele, que es como el hijo prodigo de la Gran Familia, el que renegando del Teatro baila mudo por calles y por las plazas en manos de los niños y de los viejecillos. Es el títere primitivo y primigenio.

No podemos decir del Arte de los Títeres, que sea un Arte Español. No existe, ni siquiera, en nuestro idioma el vocablo castizo que lo designe, y así tenemos que nombrarlos con voces extranjeras llamándolos Marionetas o Guiñoles. Por otra parte, es un Arte excelentemente universal. Sus personajes--Polichinela, Colombina, Silvia, Arlequín, Don Pantaleón, La Madre, El Doctor, etc-, aunque originarios, la mayoría de la Península Itálica, han tomado fisonomía propia en los diversos países en donde se han presentado, y así tenemos el Polichinela Francés, vehemente y enamorado, un ser distinto del burgués, picacho y pendenciero que es el Polichinela Napolitano. No es otro que el mismísimo Señor Polichinela, el Don Cristóbal y el Cristobita hispanoamericano, que anima la más aguda gracia e ingenio de nuestra raza. Muchos de los miembros de la Gran Familia, que como vemos, es única e indivisible, nacieron en Lyon, donde mayor auge e incremento ha gozado el Teatro de Títeres. En La Madre tenemos uno de ellos, con todas sus características de Celestina Francesa. Algunos tipos folklóricos de diversas naciones han subido al Teatro de Títeres, pero su actuación se ha limitado a su país de origen y a veces a sus convecinos. Pudiéramos decir de ellos que son los parientes lejanos de esta Gran Familia en que ejerce la patria potestad el Señor Polichinela. Es un Fenómeno muy americano este último al que me he referido, y así se ha visto en nuestras repúblicas desfilar por el Teatro de Títeres a personajes de corríos y de cuentos populares poniendo en él la nota característica de un pueblo y de una cultura más evolucionada.

EL TEATRO
Como apuntamos en un principio, parece que en civilizaciones tan avanzadas como la egipcia, el teatro de títeres gozó de alta consideración, sin duda alguna por la fuerza anímica que de él se deriva. La nuestra busca los orígenes de un teatro de títeres en las Casas de Muñecas de la Edad Media, donde según parece desarrollaban los muñecos a la vista de los espectadores una verdadera comedia, manejados por burdas manos humanas. El instinto de perfección realzó el espectáculo escondiendo el truco y dando así auge mayor a la fantasía. Y nació el teatro de títeres, en el que los muñecos actúan movidos por hilos (marionetas), o por la propia mano del titiritero (títere de guante, guiñoles). En el teatro de guiñoles se ha pretendido ver la forma primigenia del teatro de títeres (occidental), sus comedias de por sí más simples que en el de marionetas, en el que suelen crearse complicaciones, el decorado más rudimentario y la acción del muñeco más elemental, ya que muchas de ellas, ni siquiera llevan piernas, y las que la tienen recurren a la barandilla del proscenio para dejarlas ver a los espectadores. Hoy en día, el teatro guiñol ha adquirido mayor desarrollo, lográndose efectos realmente asombrosos por medio de trucos mixtos que utilizan hilos inferiores para mover las manos del muñeco, mientras su cuerpo es animado por su soporte de madera que descansa en el cinto del titiritero (títere de varilla). El escenario que primitivamente no tenía más que un primer término, se ha desplazado hacia el foro en nuevos planos, utilizando a la vez diversas alturas, ventanas, balcones y montículos para hacer actuar en ellos al muñeco. Este teatro, aunque más primitivo en la forma, goza de alta virtud en su fondo que, por contraste se impone enérgicamente al espectador. Es el teatro crítico por excelencia.

Entre las formas más primitivas del teatro guiñol merece mención el Teatro Turco de Guiñoles, que actuaba, desde finales del siglo XIX y en el pasado, en las aldeas balcánicas y en Rusia. Tenía forma de vitrina desmontable, soportes y descansos para los muñecos que no entraban en acción. El titiritero iba parado en el medio, escondiendo la mitad superior de su cuerpo en una gran bolsa de tela que remataba en un aro de metal. Constituía ese aro el proscenio o barandilla del espacio en que actuaba el muñeco ante un simple tapete de colores, que cerraba el foro sirviendo de decoración. El teatro de guiñoles es alto ya que el titiritero debe permanecer de pie escondido tras la fachada del mismo. El teatro de marionetas es, por el contrario, bajo, puesto que el titiritero debe mover los hilos tras la cornisa del teatro que debe ocultar por completo su cuerpo. De este último teatro poco tenemos que decir, aunque haya mucho que decir de él, ya que en el siglo pasado todos o casi todos entre la primera década hasta los cuarenta, en América, pudieron admirar el de Podrecca y su mágica realización técnica que lo llevo a fascinar hasta la gran meca del cine, Hollywood. Era insospechada la variedad de trucos al que podía recurrir este virtuoso actor de marionetas quien día a día, asombraba al mundo con sus creaciones cada vez más maravillosas como la que en la década de los treinta cautivo a todo el continente americano, con su compañía LOS PICCOLI DE PODRECCA y su " OPERA POR RADIO" donde todos los géneros teatrales, luces y colores para todos los ojos, y canciones para todos los oídos, conformaban este regalo de dioses donde participaban 15 principales artistas líricos, 15 marionetistas operadores, una orquesta clásica, contando con 300 decorados, 800 Piccoli (marionetas) y más de mil trajes. A Podrecca se le debe, junto a Lola Cueto y su grupo El Nahuatl, a ver sembrado su magia e inspirado a cientos de titiriteros, quienes en el continente americano comenzaron a desarrollar este noble arte a partir de su visita, como paso en Venezuela, Colombia y muchos más. Es justo reconocer en el teatro de marionetas un campo más propicio que el de guiñoles y una materia menos ingrata, para la realización técnica de la obra. Lo que el otro le aventaja en espíritu lo equilibra éste en su forma casi perfecta. El movimiento del muñeco es por lo general más elocuente y la riqueza de su decorado puede hacerse infinitamente mayor. El Teatro de Títeres de Leningrado, La Tía Norica y los Piccolli de Podrecca en Italia merecieron los más altos elogios, que los sitúo en el plano máximo de este difícil arte del muñeco. La comedia, que como hemos visto es simple y primitiva en el guiñol, adquiere mayor detalle y relieve el el teatro de marionetas. Es por el escenario de este último que han desfilado con todo el encanto de su magia casi todos los cuentos de hadas (Perrault, Andersen, Grimm...) Rara vez visitan el escenario de marionetas las viejas figuras de la Gran Familia, y si lo hacen podemos afirmar que lo realizan a modo de turistas. Son ellos primitivos y prefieren refugiarse en las bambalinas del guiñol.

LA COMEDIA
Hemos esbozado la diferencia que existe entre la comedia del guiñol y la comedia de marionetas. La una de tendencia simplista, primigenia y de alta calidad emotiva; la otra exuberante, maravillosa, de complicada forma, pero ambas, materia viviente donde polariza la luz de lo popular; en su música, en sus chistes y en sus intenciones.

La de marionetas evadiendo lo popular al tratar de superarse, pero conservando en su expresión todo su acento. Y es que la influencia popular y humorística son características inaplazables en toda comedia de títeres.

En Italia como en Francia, no vaciló el autor anónimo en hacer subir las viejas figuras de la farsa y de la comedia del arte, que constituían la más cálida expresión de lo popular, en su escena de muñecos, y si en España fueron los mismos los que actuaron en un principio se vieron investidos de características vernáculas que les daban fisonomía netamente hispana. Con el tiempo eran expresión viviente en costumbres, colorido y poesía del espíritu popular español, y así encontramos en García Lorca la figurilla pizpireta de Doña Rosita, que es gala de su genio en el Retablillo de Don Cristóbal. En América casi se ha desistido de las viejas figurillas clásicas para dar cabida en la escena de los títeres al Ratón Pérez, a Tío Tigre, a Tío Conejo y a tantas otras figuras del folklore que han regocijado la mente de grandes y chicos.


FUENTES CONSULTADAS
Biblioteca de trabajo venezolana, Revista Educación. El Teatro: Sueños, magia y vida. Colección Testigos de nuestros tiempos (II). No 20. Caracas: Ediciones Coperativa Laboratorio Educativo, 1983.

Carantoña, Telba. Para recordar. Cuaderno pedagógico. Maiquetía: Ediciones Fundación Telba Carantoña, 2000.

Reyes, David de los. Memorias de Eduardo Calcaño. Sexta edición. Bogotá: Ediciones Musiké, 1979.

Valente, Jesús. El maravilloso mundo de los títeres. En: Teatrino: Órgano divulgativo del Teatro de títeres en Venezuela. Año II; No 3. Caracas: Ediciones Asociación Civil Cultural Teatrino.


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