GÈRARD DEPARDIEU UN TORRENTE DE HISTRIONISMO QUE NO SE DETIENE
Gèrard Depardieu el Gran Monstruo del Cine Frances
A sus 60 años mas vigente que nunca
Ha sido definido como una fuerza de la naturaleza, alguien que no se detiene ante nada o nadie y que se cree apasionadamente todo lo que hace. Y es que Gérard Depardieu, que el pasado 27 de diciembre ha cumplido 60 años, es un ser impaciente, enorme, incontrolable. Ha bebido y vivido la vida a tragos y ésta le ha concedido sus favores pero también le ha brindado sufrimientos. El último, la muerte de su hijo Guillaume -también actor- con quien nunca acabó de entenderse del todo.
Sólo una cosa puede competir en el actor francés frente a su amor al cine: el vino. Es propietario de una bodega propia en su localidad natal, Châteauroux, que cada año produce 180.000 botellas, y aprovecha cualquier viaje para catar los caldos autóctonos de cada país.
El Depardieu que llega a la sesenta, estrella internacional, empresario vitivinícola, productor de cineastas como Satajit Ray o distribuidor en Francia de las películas de John Cassavetes, empresario petrolero en Cuba, es un reflejo no demasiado diferente del muchacho rebelde y callejero de su adolescencia.
Nacido en el seno de una familia humilde, se trasladó muy joven a París para estudiar arte dramático. Allí vivió la bohemia de la capital francesa antes de conseguir pequeños papeles en el teatro, la televisión y el cine. Aunque su primera película data de 1965, hasta ocho años más tarde no logro su papel protagonista y el reconocimiento general. Fue gracias a "Los rompepelotas", una comedia desmadrada de Bertrand Blier, en la que compartió reparto con Patrick Dewaere y Miou-Miou.
Pero tal vez el salto al reconocimiento internacional se lo deba a Bernardo Bertolucci, que le eligió para interpretar el papel de Olmo, en "Novecento".
Pese a se cada vez más popular fuera de sus fronteras, el primer objetivo de Depardieu parecía convertirse en el número uno de su país, y lo logró. "¿Quiere ser el amante de mi mujer?" (1977), nuevamente con Dewaere y dirigidos por Blier, fue otro taquillazo. En los años siguientes, los mejores directores franceses e italianos se lo disputaron: Marco Ferreri ("Adios al macho"), Resnais ("Mi tio de América"), Truffaut ("El último metro" y "La mujer de al lado"), Pialat ("Loulou" y "Bajo el sol de Satán"), Comencini ("El gran atasco"), Vigne ("El regreso de Martin Guerre") o Marguerite Duras.
Los premios nacionales e internacionales no tardaron en lloverle. "Danton" de Andrej Wajda, le valió el premio al mejor actor del Festival de Montreal y el de la National Society of Film Critics. "Police", el de la Mostra de Venecia, y "El último metro" el César (equivalente al Oscar del cine francés).
Desde la década de los 80, Gérard Depardieu es la incontestable primera figura internacional del cine galo, y su mejor embajador fuera. Sólo a partir de entonces, se animó a probar una "aventura americana", con "Matrimonio de Conveniencia", de Peter Weir. Esta y sobre todo "Cyrano de Bergerac" y "1492: la conquista del paraíso" han sido sus más grandes éxitos populares. Ha hecho de Obelix en la saga “en carne y hueso” de las aventuras de Asterix y no ha parado de trabajar en Europa y Estados Unidos. Sus detractores dicen que es un ser egocéntrico y tremendamente ambicioso, y que esa febril actividad que le hace filmar por ejemplo este año hasta diez títulos es una forma de acumular más y más dinero, fama y cariño del público.
Su difunto hijo le acusó de descuidar a su familia y de estar obsesionado con su carrera. Ambos tenían mucho en común y fueron como dos imanes con la misma polaridad: se repelían.
A los sesenta años, esa máquina sin frenos que es Gérard Depardieu, con sus 15 nominaciones al César (logró 2 estatuillas), su premio a mejor actor en Cannes y una nominación al Oscar, sigue su marcha a toda velocidad.
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